Por Susana Gallardo
La epidemia del
dengue es una realidad. La única forma de limitar el avance, y evitar
que vuelva en el próximo verano, será un programa estricto de
prevención que elimine de cuajo todos los criaderos. En Ciudad
Universitaria, la población de Aedes Aegypti es baja, de todos modos
se están tomando medidas.
El dengue volvió a la Argentina. Si bien los focos más fuertes se
concentran en Chaco y Catamarca, la enfermedad se extendió a 18
provincias y a la Capital. Aquí, si bien hasta ahora los casos son
importados, la gran abundancia del mosquito transmisor, el Aedes
aegypti, hace que en cualquier momento puedan producirse casos
autóctonos. Por ello, la necesidad de combatir al vector se hace
imperiosa. “Es como un volcán que está tirando esquirlas, en algún
momento algo se va a prender fuego. Esto viene ocurriendo desde el 98,
el año pasado fue por la fiebre amarilla. Siempre estamos en una
situación de vértigo”, expresa el doctor Nicolás Schweigmann, director
del Grupo de Estudio de Mosquitos, de la FCEyN. Y advierte: “Hay
que tomar la decisión política de generar programas continuos de
prevención, no tanto campañas. En invierno, no hay mosquitos adultos,
pero están los huevos repartidos entre las viviendas. Si limpiamos los
recipientes en invierno, se le daría un golpe contundente a la
población de mosquitos. Ésta es una decisión política que tiene que
tomar Buenos Aires y todos los partidos del conurbano. Esto se logra
tomando conciencia de que esto no es broma”.
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Aedes
Aegypti |
Inicio
explosivo
El problema es que, cuando el sistema
de salud advierte la enfermedad, ya es tarde, porque el virus ya está
en plena transmisión. Por ello, las epidemias se desarrollan en forma
explosiva. Además, las personas se mueven de un lugar a otro, lo que
va multiplicando los focos. De hecho, las epidemias generalmente
siguen las rutas principales.
El dengue entra cuando el mosquito
pica a una persona que está en el período virémico, es decir, cuando
el virus se encuentra en los capilares de la piel. El virus se
multiplica en el interior del mosquito y, pasados unos pocos días,
éste ya puede transmitir la enfermedad. Una hembra puede picar hasta
diez personas para obtener la carga de sangre necesaria para gestar
los huevos.
Luego de que una persona es picada
por un mosquito infectado, transcurren aproximadamente dos días hasta
que el virus se multiplique y la persona pueda infectar, a su vez, a
otro mosquito. Pero esa capacidad de infectar se desarrolla antes de
que se manifiesten los síntomas, es decir, antes de que la persona
sospeche que padece el mal. Además, en el 60 por ciento de los casos,
los síntomas no se manifiestan o pueden confundirse con los de un
simple resfrío. Por ello, al principio, la enfermedad suele pasar
inadvertida.
Lo cierto es que el número de
infectados siempre es muy superior a los datos denunciados por el
sistema de salud. En la epidemia de Tartagal, en 1998, las cifras
oficiales decían algo menos de 400 casos. Sin embargo el número rondó
los 10 mil infectados, pues se sabe que no todos los que tienen los
síntomas acuden a los hospitales. En Cuba, donde hubo una epidemia en
1981, se reportaron 350 mil casos. Sin embargo, en un estudio de
población, mediante análisis de sangre, se vio que el número de
infectados era de 4 millones y medio. En general, se infecta el 70 por
ciento de la población.
¿Qué se hace cuando se detecta un
caso importado? “Se trata de destruir los criaderos en el domicilio o
en los alrededores, y hacer un control químico (fumigación) en
cuatrocientos metros a la redonda. De ese modo, se destruye a los
mosquitos que pueden estar infectados”, explica Schweigmann.
Para el investigador, la fumigación
es necesaria una vez que se produjo un caso de dengue, pero no la
considera efectiva como método preventivo. “Aplicar un insecticida
en forma preventiva mata gran parte de la población de mosquitos, pero
sobreviven los resistentes, que transmitirán esa resistencia a sus
crías”, destaca. El problema de aplicar un insecticida es que, al
seleccionar a los resistentes, se pierde la oportunidad de controlar
el vector cuando es realmente peligroso, es decir, cuando circula con
el virus en su interior. Por ello, es más efectivo prevenir la
presencia del mosquito eliminando los posibles sitios de cría.
Además de los cacharros, los platos
bajo maceta, las cubiertas en desuso y otros recipientes propicios,
las piletas de natación con poca agua son un lugar ideal para el
desarrollo de las larvas. “Una forma de controlarlas es mantener la
pileta llena e introducir peces, que se alimentan de ellas”, dijo
Schweigmann.
En general las hembras prefieren el
agua (tanto limpia como sucia) de pequeños recipientes, por ejemplo el
bebedero de los perros y los gatos. Pero, al cambiar el agua, los
huevos pueden quedar adheridos a los bordes de los recipientes, por lo
que resulta necesario lavarlos.
El mosquito se ve favorecido en las
regiones donde no hay agua potable, porque se reproduce en los lugares
donde se junta agua de lluvia o de pozo. “Hay una receta
centroamericana llamada la untadita, que es frotar con jabón en polvo
y lavandina los recipientes donde se puede acumular agua, pero ésta es
una receta peligrosa debido a los vapores que se emanan”, comenta
el investigador.
Efectos en el
organismo
El dengue es producido por cuatro
serotipos distintos del virus. Si una persona que padeció el mal se
vuelve a infectar con el mismo serotipo, no lo desarrolla porque su
sistema inmunológico la protege. En cambio, si se infecta con otro
tipo de virus, no sólo vuelve a padecer la enfermedad, sino que puede
sufrir la forma grave, el dengue hemorrágico, que puede ser mortal.
El virus genera el aumento de la
permeabilidad de los vasos capilares, y el desagregado de las
plaquetas. Esto significa que la coagulación de la sangre es más
lenta. Son los mismos efectos que produce la aspirina. Por eso se
aconseja no tomarlas para no agravar el cuadro. Si una persona sufre
la enfermedad por segunda vez, estos efectos sobre los capilares se
multiplican, y se pueden producir hemorragias.
¿Cuando se terminan los mosquitos? En
2008, para el 1 de junio, ya no había actividad de adultos. Una
temperatura mínima inferior a 10 grados detiene el proceso, pero si
sube a 16 grados, la actividad recomienza. Las epidemias también se
terminan cuando ya no quedan personas susceptibles, es decir, todas ya
fueron picadas y desarrollaron resistencia a uno de los tipos de
virus.
¿Los mosquitos se mueven más allá de
su entorno? El Aedes aegypti tiende a
quedarse en el lugar, se mueve poco, pero no carece de la capacidad
para viajar, de hecho lo hace para buscar sitios de cría. En
experimentos, se ha visto que llegan a volar un kilómetro si se los
suelta en un lugar donde no hay criaderos.
En estos días, desde el Ministerio de
Salud de la Provincia de Buenos Aires se afirmó erróneamente que había
un nuevo transmisor del dengue, el Aedes albopictus. Según indica
Schweigmann, ese mosquito transmite el dengue en Asia, pero en América
no está demostrado que lo haga. “Nosotros lo encontramos en 1998 en
Misiones, pero no existen publicaciones que indiquen que fuera hallado
en otros lugares”. Es más silvestre que el Aedes
aegypti, y más difícil de controlar.
Hay quienes piensan que las zonas
cercanas a un río se encuentran más expuestas a la abundancia de
mosquitos. Sin embargo, en el caso del aegypti, ríos y lagunas son
menos peligrosos debido a la presencia de organismos predadores.
Ciudad
Universitaria
En la zona costera del Río de la
Plata, el Aedes aegypti aparece de febrero a
abril. “Lo hemos encontrado, pero no en cantidades abundantes.
Ciudad universitaria no es una zona de riesgo”, asegura
Schweigmann, y comenta: “Vengo hablando con el decano y con la
gente de Higiene y Seguridad para tomar las medidas más adecuadas, y
hacer un control sostenido durante todo el año, que sea parte de una
rutina”.
Según el investigador, en Ciudad
Universitaria el riesgo es bajo porque, por un lado, no hay chatarra,
y por otro, es escasa la gente viviendo en la zona. También, debido a
la mayor presencia de predadores. En efecto, el Grupo de Mosquitos
realizó un estudio en Costanera Sur, donde sí hay chatarra, y observó
que, en las épocas de sequía, que en general no afecta al Aedes
aegypti, la actividad de larvas se encuentra deprimida.
“Sospechamos que en la franja de la costa este mosquito está
controlado por predadores naturales”, estima.
De todos modos, aconseja tomar
medidas, y mantener la Ciudad Universitaria en observación. Un tema
que preocupa es la pileta de natación en el área de deportes. “Si
la mantienen con agua, automáticamente vienen los coleópteros, que son
muy voraces”, comenta, y enseguida subraya:
“Pero no hay que dejar la pileta con poquita agua. Al mosquito no le
gustan las grandes masas de agua”. Y aporta otro argumento
en contra de la fumigación: “Mata los controles naturales”.
En la Ciudad de Buenos Aires y el
Conurbano aún no han comunicado la existencia de casos de dengue
autóctono, y se sospecha que todavía no hay mosquitos infectados. Pero
tal vez no pase mucho tiempo hasta que ello suceda. Por ello, será
imprescindible adoptar hábitos saludables evitando los criaderos de
mosquitos. Por el momento, es la única herramienta, y está en nuestras
manos.
Especialistas
de Exactas
Nicolás Schweigmann, el director del
Grupo de Estudio de Mosquitos, es parte de una importante lista de
especialistas que trabajan en la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales sobre temas asociados a los mosquitos y las enfermedades que
éstos transmiten.
Esa lista, incluye asimismo a los
investigadores del Laboratorio de Eco-Epidemiología del Departamento
Ecología, Genética y Evolución, encabezados por el biólogo Ricardo
Gürtler, y que también han desarrollado una vasta experiencia en
epidemiología de artrópodos vectores, entre otras enfermades, del Mal
de Chagas.
También la Unidad de Ecología de
Reservorios y Vectores de Parásitos cuenta con especialistas. Darío
Vezzani y Aníbal Carbajo, ambos investigadores del CONICET, trabajan
en temas que hoy resultan especialmente candentes: ecología de
mosquitos en ambientes urbanos y silvestres, ecología del tan mentado
Aedes aegypti y mapas de riesgo de transmisión de enfermedades como el
dengue, hantavirus, malaria y dirofilariasis en la Argentina.
Fuente: Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UBA :::
El Cable Nro. 713
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